14 de marzo de 2009

Del atribulado y el Capítulo Whelan.

Desde primer año veníamos escuchando hablar de este profesor. Aplazar matemática financiera en quinto año era algo tan común que todos lo daban por un hecho.
Era un caso similar al de Barcia, si bien había un grupo minúsculo de alumnos que conseguían aprobarla, la mayoría no lo lograba. Algunos esgrimían como pretexto que Whelan, al ser profesor en la universidad de ciencias económicas, ponía la vara más alta con la intención de preparar a los que seguirían alguna carrera. Whelan tenía innumerables apodos, era un tipo alto, de contextura robusta con gruesas gafas con marcos negros. A simple vista parecía ser un hombre tímido e inofensivo pero era gélido en el trato y cortante en sus respuestas. Lo recuerdo con un dejo de autoritarismo brindando siempre un oscuro discurso con el relato de las atrocidades qué sufriríamos de no acatar sus consignas.
La materia que él daba nos acercó un nuevo libro de torturas ¡las "Tablas Logarítmicas"!, algo así como la guía de direcciones y teléfonos de todos los Garcías y Fernández juntos. Parafraseando el título de una canción de Sui Generis yo lo apodé “Whelan; el hombrecito del logaritmo gris”.
Tanto bregar conseguimos aplicar para sus clases la misma temática que para las de taquigrafía. Aquellos que ya dábamos por descartado que esas matemáticas nos acompañarían a diciembre o marzo preferíamos ocupar nuestro tiempo fuera del aula; ya sea en la biblioteca, en la cantina o directamente fuera del JVG con el expreso compromiso de volver durante el recreo. Era como decir: “me la llevo yo vos no me aplazás”.
En esto Whelan era más piola, de inmediato aceptó que quienes no queríamos participar de sus clases no estuviéramos; por lo tanto cero enfrentamiento. Pero era un tipo muy especial al que le descubrirán su personalidad en esta anécdota.
En el boletín, mis notas con él como con Barcia, eran de un espléndido color rojo: ceros, unos y dos. Pero su obsesión por las matemáticas lo impulsaba a promediar mis notas con lo cual inauguró los centésimos ¡sí, era capaz de poner en mi boletín "0,25"!
Para estas alturas ya mis padres estaban como resignados y ya ni el argumento de la escuela militar funcionaba; la nueva vedette era “el trabajo”. Conocedor de nada como todo adolescente yo tiraba cualquier argumento que se basaba en que en las otras materias sin ser una luminaria era un buen alumno; mi problema era con las autoridades ¡un reflejo de la época!
Un día mi padre me citó por no se que número de vez a su dormitorio.
Decime, ¿ese Whelan es pelotudo o se hace? —lo miré sorprendido, no entendía nada— ¡Me llamó por teléfono a la fábrica!
¿Cómo?, pero… ¿para qué? —era increíble, yo no tenía ningún conflicto con Whelan.
Me llamó para felicitarme… —mis ojos quedaron como el dos de oro y quedé boquiabierto, ¿habría equivocado la nota al pasarla a los registros? ¿de donde felicitar?— dice que de 0.25 has pasado a 0.50, decime ¿es pelotudo o se hace?, ¡a ver si te dejas de joder! —mi viejo dejó deslizar una pícara sonrisa para terminar agregando— Él dice que SOS muy inteligente, que si quisieras aprobarías la materia sin problemas… ya sabrás que hacer.
¡Ese era Whelan!
¡Y que conste qué terminé el curso con un promedio de 0,85!



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gracias Néstor.

2 comentarios:

  1. Eduardo Cotarelodomingo, mayo 03, 2009

    Que gran noticia este blog, yo soy de la promoción 71. Con respecto a la anécdota de Whelan es totalmente cierta y yo la vivi cuando le decia algo similar a un compañero en clase. No obstante siempre me quedó el recuerdo que gracias a él (obviamente aprobé) cuando cursé Matematica Financiera en la UBA no tuve que estudiar nada porque con lo que él había enseñado era suficiente. Te felicito por el blog y si hay otros compañeros de la 71 que se sumen. Yo tengo algunas fotos grupales recuerdo de mi estadia en el Joaquin.

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  2. Hola Eduardo... querido tocayo... enviame las fotos así las publicamos y seguro que algún atorrante de tu época aparece...
    Un abrazo y bienvenido a TU blog.

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