Llegó a Buenos Aires a los golpes. Venía desde Santiago del Estero en busca de su hermano. Le habían indicado que se tomara el tren y se bajara cuando viera el arco que decía "José C. Paz". Tenía apenas 11 años y hasta entonces no había salido de su tierra natal. Como no sabía que el tren paraba en cada estación, se tiró del coche en movimiento cuando vio el cartel, por miedo a que no frenara.
Así llegó Margarita Barrientos: a los golpes. Su madre había muerto y su padre la había abandonado. Vino a la provincia en busca de su hermano mayor. Pero encontró algo más: al amor de su vida, Isidro, el hombre con el que lleva más de 33 años y junto a quien crió a sus 10 hijos.
Hoy, ambos viven en Los Piletones, Villa Soldati, en donde la Fundación que lleva su nombre mantiene un comedor comunitario que alimenta a más de 1500 personas por día. A pesar de haber padecido hambre, pobreza y abandono durante muchos años, Margarita emana felicidad. "Si uno no es positivo, no se puede salir adelante", dice, mientras ceba mate y se asegura que todos los que van pasando por el comedor son atendidos.
"Un plato de comida no se le niega a nadie", asegura esta mujer de 50 años, a quien todos en la villa acuden en busca de consejos, ayuda, medicamentos, comida o simplemente un poco de afecto. Es que como si 10 hijos no eran suficientes, Margarita adoptó a toda la comunidad.
En el comedor, inaugurado en 1996, trabajan unas 70 personas, tanto en la cocina como en la guardería, la biblioteca y el hogar de día para personas de la tercera edad. En frente se construyó un centro médico, en el que trabajan voluntarios de diversas universidades. Conseguir alimentos y medicamentos no es fácil, pero Margarita no da el brazo a torcer.
"Amo este trabajo", dice, y cuenta que "cuando sea vieja" se imagina siendo una mujer "muy gorda y con una pollera larga" a la que todos van a ver para pedirle consejos.
Así llegó Margarita Barrientos: a los golpes. Su madre había muerto y su padre la había abandonado. Vino a la provincia en busca de su hermano mayor. Pero encontró algo más: al amor de su vida, Isidro, el hombre con el que lleva más de 33 años y junto a quien crió a sus 10 hijos.
Hoy, ambos viven en Los Piletones, Villa Soldati, en donde la Fundación que lleva su nombre mantiene un comedor comunitario que alimenta a más de 1500 personas por día. A pesar de haber padecido hambre, pobreza y abandono durante muchos años, Margarita emana felicidad. "Si uno no es positivo, no se puede salir adelante", dice, mientras ceba mate y se asegura que todos los que van pasando por el comedor son atendidos.
"Un plato de comida no se le niega a nadie", asegura esta mujer de 50 años, a quien todos en la villa acuden en busca de consejos, ayuda, medicamentos, comida o simplemente un poco de afecto. Es que como si 10 hijos no eran suficientes, Margarita adoptó a toda la comunidad.
En el comedor, inaugurado en 1996, trabajan unas 70 personas, tanto en la cocina como en la guardería, la biblioteca y el hogar de día para personas de la tercera edad. En frente se construyó un centro médico, en el que trabajan voluntarios de diversas universidades. Conseguir alimentos y medicamentos no es fácil, pero Margarita no da el brazo a torcer.
"Amo este trabajo", dice, y cuenta que "cuando sea vieja" se imagina siendo una mujer "muy gorda y con una pollera larga" a la que todos van a ver para pedirle consejos.
"Ojalá nadie tuviera que venir acá, porque todos deberían tener su comida y su vida digna, pero mientras no sea así, acá siempre va a haber un plato de comida para cualquiera que lo necesite", insiste esta mujer de amplia sonrisa y un corazón capaz de albergar a miles de personas pobres.
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Hernán Zin, blogs.20minutos.es
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