Cuando Eduardo Amor sacó esta foto en agosto, lo hizo intuitivamente porque este busto sufrió estoicamente el paso del alumnado, y reencontrarse con él fue como ver a un viejo amigo después de tantos años... al punto que casi le dice: "Pero estás igual!!!".
Y que mejor que recordarlo en un párrafo escrito por nuestro gran amigo El Atribulado.
.
"... Si cuarto año había sido un descalabro imaginen quinto en pleno rebrote de todo, 1974 fue para la Argentina un año agitado y el JVG no estaba ajeno a eso. La vestimenta había venido variando de año en año: las mujeres mantenían sus guardapolvos bien cortitos, los cabellos sueltos, zapatillas y medias tres cuartos. En los varones era donde se notaba la mayor diferencia. Había quienes continuaban con sus blaiser azules derechos o cruzados, camisa, zapatos… bien formales. Pero estábamos los otros... hablaré de mí. Generalmente acudía al JVG vestido con una camisa Lee de jean, vaqueros azules y zapatillas blancas Adidas; el cabello caía profusamente sobre los hombros y una desprolija e insipiente barba ¡sí, desde que comenzó a nacerme la barba jamás me la quité!
Habiendo sido delegado estudiantil en los cuatro años; el quinto no sería distinto con la carga de ser también delegado del JVG en la UES. Para mí era un espacio ideológico y dialéctico donde el debate era la vedette.
Las experiencias vividas por todos en tanto tiempo acrecentadas por las que traían los desplazados de otros colegios convirtieron a esa promoción en un ícono. Las jodas ya no esperaban el final del curso; se daban a lo largo de todo el año.
Por ejemplo: cambiábamos los bustos de los próceres de lugar e incluso los hacíamos desaparecer por semanas. Un tal Juan Rufo que estaba en el descanso de la escalera principal terminó en el fondo de la piscina y fue rescatado por uno de los profesores de educación física. A otros les tocó el privilegio de cambiar de look: corbatas de colores, curitas, sombreros como el de los pintores hechos de papel o un faso pegado con un chicle en la comisura de los labios. También poníamos en sus cabezas a modo de sombrero los pañuelos de tela con cuatro nudos, las chicas los maquillaban y con los lápices de labios le dibujaban en la frente el signo de la paz. Le colgábamos carteles con la inscripción: “soy hippie”, “me la como”, etcétera. Había otro prócer de apellido Verga al que lo teníamos alquilado ¡toda una tentación!, a ése lo dábamos vuelta de cara a la pared y le colgamos un cartel que decía: “se atiende a la vuelta” y la mayoría de los días su apellido en la placa de bronce aparecía resaltado con tiza blanca.
El disco de “Aurora” fue cambiado varias veces por otros más de “onda”, incluso en oportunidades apareció sonando la marcha peronista cantada por Hugo del Carril.
Una decena de veces desapareció la bandera y en su lugar poníamos algún otro trapo partidario pero nunca llegó a izarse.
Utilizábamos trozos de espirales como mecha cronometrada para qué en horas de clase explotara cualquier pirotecnia en el lugar menos esperado. Los baños eran los preferidos e incluso en aquellos que eran utilizados por los profesores. Recuerdo qué en una oportunidad uno de ellos salió espantado por el estruendo con los pantalones a medio subir.
Los cumpleaños de compañeros se festejaban con “cariñosas golpizas” o “malteadas” pero según el aprecio qué se les tenía esa tradición se fue cambiando. Recuerdo que a “Tato Griguoli” le quitamos los zapatos, las medias y el pantalón y lo dejamos sentado en su pupitre durante toda la hora de derecho. Cuando la inolvidable profesora Yeregui hacía alguna pregunta todos a coro postulábamos a “Tato” para que pase y exponga. Íntimamente creo que la profesora sabía o intuyó cómo venía la joda y se sumó en un momento haciendo enrojecer al semidesnudo invitándolo a pasar al frente. La ropa terminó una por cada sitio y al pantalón intentamos colgarlo del semáforo de Montes de Oca pero fue imposible."
Las experiencias vividas por todos en tanto tiempo acrecentadas por las que traían los desplazados de otros colegios convirtieron a esa promoción en un ícono. Las jodas ya no esperaban el final del curso; se daban a lo largo de todo el año.
Por ejemplo: cambiábamos los bustos de los próceres de lugar e incluso los hacíamos desaparecer por semanas. Un tal Juan Rufo que estaba en el descanso de la escalera principal terminó en el fondo de la piscina y fue rescatado por uno de los profesores de educación física. A otros les tocó el privilegio de cambiar de look: corbatas de colores, curitas, sombreros como el de los pintores hechos de papel o un faso pegado con un chicle en la comisura de los labios. También poníamos en sus cabezas a modo de sombrero los pañuelos de tela con cuatro nudos, las chicas los maquillaban y con los lápices de labios le dibujaban en la frente el signo de la paz. Le colgábamos carteles con la inscripción: “soy hippie”, “me la como”, etcétera. Había otro prócer de apellido Verga al que lo teníamos alquilado ¡toda una tentación!, a ése lo dábamos vuelta de cara a la pared y le colgamos un cartel que decía: “se atiende a la vuelta” y la mayoría de los días su apellido en la placa de bronce aparecía resaltado con tiza blanca.
El disco de “Aurora” fue cambiado varias veces por otros más de “onda”, incluso en oportunidades apareció sonando la marcha peronista cantada por Hugo del Carril.
Una decena de veces desapareció la bandera y en su lugar poníamos algún otro trapo partidario pero nunca llegó a izarse.
Utilizábamos trozos de espirales como mecha cronometrada para qué en horas de clase explotara cualquier pirotecnia en el lugar menos esperado. Los baños eran los preferidos e incluso en aquellos que eran utilizados por los profesores. Recuerdo qué en una oportunidad uno de ellos salió espantado por el estruendo con los pantalones a medio subir.
Los cumpleaños de compañeros se festejaban con “cariñosas golpizas” o “malteadas” pero según el aprecio qué se les tenía esa tradición se fue cambiando. Recuerdo que a “Tato Griguoli” le quitamos los zapatos, las medias y el pantalón y lo dejamos sentado en su pupitre durante toda la hora de derecho. Cuando la inolvidable profesora Yeregui hacía alguna pregunta todos a coro postulábamos a “Tato” para que pase y exponga. Íntimamente creo que la profesora sabía o intuyó cómo venía la joda y se sumó en un momento haciendo enrojecer al semidesnudo invitándolo a pasar al frente. La ropa terminó una por cada sitio y al pantalón intentamos colgarlo del semáforo de Montes de Oca pero fue imposible."
.
.
______________________
gracias Néstor...
Jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja...ja!
ResponderEliminarClaro, tanto kilombo y a los del '78 no nos dejaron dar ni una inocente vuelta olímpica por el patio!!!! (nos echaron, nos cerraron las puertas con sus trabas de hierro y nos tiraron con la yuta!!!)...
Se salvaron de la represión que sufrimos a partir del '76. Preceptores obviamente milicos, "vaya a la sala de preceptores"... "por qué?"... "porque se me da la gana"..., por dar un ejemplo.
A los chicos les controlaban que el pelo no toque el cuello de la camisa, a nosotras que no tengamos maquillaje ni en la cara ni en las uñas, el guardapolvo hasta las rodillas (algunas igual se hacían las dolobu), nada de zapatillas (creo que pantalones tampoco, sólo pollera y medias 3/4 azules pero no puedo asegurarlo, me lo dijo alguien el otro día) ni aún los días que teníamos gimnasia. El último año, tremendas grandulonas!, además del cabello recogido, obligatorio ir con vincha blanca (ambas).
Hubo algunas cositas que nos daban respiro como que en el ´78 conseguí permiso de Petete para pasar música en el recreo largo (Beattles, Spinetta, Gieco, etc.) y tuvimos 2 preceptores de lujo: Popeye y Celestino.
Lo que sí persistió de lo que contás, es el faso pegado en la escultura de don nosecuanto...
Ahhh... en el '74, uno de esos días que "los más grandes" no nos dejaban entrar al cole, me rateé con unos de 5to. a Parque Lezama, fuimos a la iglesia ortodoxa rusa, etc.... lo recuerdo siempre así que si estás entre ellos, gracias!!!!!!!!
Y otra que me hace desternillar de risa y de vergüenza: cuando uds. egresaron, las de 1ero., pidiéndoles autógrafos!!! Jajajajaja, de dónde salió algo asíiiii????????
Un saludo grande a todos!!!
Querida Débora,
ResponderEliminarEn nombre de los preceptores NO milicos, y entre ellos los que éramos ex alumnos (dicho sea de paso, los primeros alumnos que devinieron en preceptores por necesidad laboral y para levantar minas), quiero hacer una salvedad porque no todos éramos así... no siempre... a veces... jajjaaaa
Además, Cacho y Petete no nos dejaban ir a la planta baja porque sabía que nos ibamos a poner del lado de los alumnos...
Besos.
Jajajajajajajajajaja...
ResponderEliminarNo, no todos eran así y algunos se pasaron a la biblioteca para no lidiar con algunas cosas no??????? (lo digo por Fredes che, no por vos, de vos me contaron, no te recuerdo (disculpas) aunque era de las que iban a jugar al truco en las horas libres).
Ahhhh, el peor aunque no fuera milico propiamente dicho, era Petetito (sí, ya sé, ahora es amigo de unos cuantos, pero era reverendo.........).
Un saludo grande y gracias por tooooooodo