"Estaba a las puertas de ser alumno de 5to 2da, sólo me separaban cuatro materias o al menos dos de ellas y nada me quitaría esa posibilidad; ¡estaba dispuesto a hacer cualquier cosa! Extrañamente en la mesa de matemática de tercero estaba la Marchese más dos ignotas profesoras así que fue pan comido. En castellano de tercero la petisa escupidora era una fija. La mayoría pasamos el escrito y se nos venía el oral. El primer alumno reprobó; era un muchacho que ni mis compañeros ni yo lo conocíamos, según dijo había probado suerte en esa mesa ya que en el turno noche había rebotado. Era bastante mayor que nosotros y nos llamó la atención la manera en que otros lo despidieron.
Por entonces los profesores pedían el servicio de cafetería a las aulas. Lo traía un señor alto, delgado, con un bigote tipo espinel, vestido con guardapolvo beige que, bandeja en mano, entraba con el pedido. Entonces no nos pareció extraño que aquel mozo irrumpiera en el aula, lo realmente extraño fue que entró cómo si lo persiguiera un fantasma y sin bandeja. Cuchicheó algo al oído de la petisa y ésta de inmediato tomó sus cosas y salió corriendo. El mozo se quedó unos minutos comentando no sabíamos qué con las otras dos profesoras que eran las jóvenes de literatura. Fuimos pasando de a uno a dar el oral y fue todo sobre ruedas, tranquilo y fácil sobretodo para los que la teníamos previa y pasábamos a quinto año. Luego, indagando, nos enteramos qué la casa de la petisa había sufrido un principio de incendio. Esa fue la mala nueva que traía el mozo y por eso la profesora había salido precipitadamente.
Después de tanto jaleo nos encontramos en el bar sobre Montes de Oca y en una mesa contigua estaba aquel estudiante al cual no conocíamos junto a sus amigos; reían a carcajadas y estaba claro que homenajeaban al primer y único aplazado. Nos juntamos con ellos e imaginen nuestra sorpresa al enterarnos que aquel llamado había sido hecho por el héroe que se inmoló en beneficio del resto, ¡un ejemplo!
A los que debíamos sufrir a la rusa en la mesa de contabilidad de tercero se nos ocurrió copiar la estratagema pero ¿quien sería? ¿cuál era la dirección de la rusa? Por contactos que teníamos dentro del personal de preceptores obtuvimos la dirección de la rusa y uno de los atrevidos qué actuaron en el ardid de la mesa de castellano sirvió para dar la alarma del supuesto siniestro. Despejada “la rusa” de la mesa examinadora todos los que estábamos para darla previa pasamos sin pena pero con gloria.
Probé suerte con Barcia tanto en diciembre como en marzo pero no tuve suerte. No me quejé; pasar con una previa no estaba nada mal. El camino a 5to 2da estaba despejado.
Haré un poco e memoria: Picado en contabilidad, Cáceres Zelaya en historia, Yeregui en derecho, Papurello en gimnasia y Spinelli Sini en merceología eran algunos de los profesores, más Barcia en taquigrafía y el nuevo monstruo en matemática financiera: ¡Whelan!
Si cuarto había sido un descalabro imaginen quinto en pleno rebrote de todo, 1974 fue para la Argentina un año agitado y el JVG no estaba ajeno a eso. La vestimenta había venido variando de año en año; las mujeres sí mantenían sus guardapolvos bien cortitos, los cabellos sueltos, zapatillas y medias tres cuartos. En los varones era donde se notaba la mayor diferencia. Había quienes continuaban con sus blaiser azules derechos o cruzados, camisa, zapatos… bien formales.
Pero estábamos los otros, hablaré de mí. Generalmente acudía al Joaquin vestido con una camisa "Lee" de jean, vaqueros azules y zapatillas blancas "Adidas"; el cabello caía profusamente sobre los hombros y una desprolija e insipiente barba ¡sí, desde que comenzó a nacerme la barba jamás me la quité! Habiendo sido delegado estudiantil en los cuatro años; el quinto no sería distinto con la carga de ser también delegado del JVG en la UES. Para mí era un espacio ideológico y dialéctico donde el debate era la vedette.
Las experiencias vividas por todos en tanto tiempo acrecentadas por las que traían los desplazados de otros colegios convirtieron a esa promoción en un ícono. Las jodas ya no esperaban el final del curso; se dieron a lo largo de todo el año.
Cambiábamos los bustos de lugar e incluso los hacíamos desaparecer por semanas. Un tal Rufo terminó en el fondo de la piscina y fue rescatado por uno de los profesores de educación física. A otros les toco el privilegio de cambiar de look; corbatas de colores, sombreros de papel, maquillaje o el infaltable faso pegado en la comisura de los labios eran algunos de los ornamentos más utilizados.
El disco de “Aurora” fue cambiado varias veces por otros más de “onda”, incluso en oportunidades apareció sonando la marcha peronista cantada por Hugo del Carril.
Una decena de veces desapareció la bandera y en su lugar poníamos algún otro trapo partidario pero nunca llegó a izarse.
Utilizábamos trozos de espirales como mecha cronometrada para qué en horas de clase explotara cualquier pirotecnia en el lugar menos esperado. Los baños eran los preferidos e incluso en aquellos que eran utilizados por los profesores. Recuerdo que en una oportunidad uno de ellos salió espantado por el estruendo con los pantalones a medio subir.
Los cumpleaños de compañeros se festejaban con “cariñosas golpizas” o “malteadas” pero según el aprecio qué se les tenía esa tradición se fue cambiando.
Recuerdo que a “Tato” le quitamos los zapatos, las medias y el pantalón y lo dejamos sentado en su pupitre durante toda la hora de derecho. Cuando la inolvidable profesora Yeregui hacía alguna pregunta todos a coro postulábamos a “Tato” para que pase y exponga. Íntimamente creo que la profesora sabía o intuyó como venía la joda y se sumó en un momento haciendo enrojecer al semidesnudo. La ropa terminó una por cada sitio y al pantalón intentamos colgarlo del semáforo de Montes de Oca pero fue imposible.
Como en toda división estaban aquellos que eran rechazados por “H” o por “B”. En 5to 2da eran principalmente dos: un muchachote algo tontón y una niña. Por supuesto el chico era molestado por los pares y la niña por las mujeres; creo que estas últimas eran mucho peor que nosotros. La citaban en la plaza de Herrera para un enfrentamiento a las piñas a la que siempre faltaba pero no se salvaba de los insultos y amenazas. Por entonces sería la única que llevaba cartuchera para sus útiles, esas de doble piso ¡una pulcrita!
En una oportunidad sus compañeras le acomodaron prolijamente dentro de la cartuchera unos preservativos con “cola” diluida, cuando la desdichada abrió su cartuchera los gritos e insultos se escucharon por medio JVG.
Por mitad del año Cáceres dejó de dar historia y mandaron una suplente. Era joven, novata y para colmo su apellido era “Cuadrado” ¡una tentación para joderla! Tanto fue así que a los pocos días abandonó el aula llorando a moco tendido. ¿Quién la suplantaría a la suplente?: ¡Imperiale!... sin comentarios."
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Gracias Néstor.
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